Cada nueva oleada de conflictos trae consigo una creciente marea de tragedias humanas, incluidas nuevos brotes del crimen más antiguo, más silenciado y menos condenado de la guerra: la violencia sexual. La violencia sexual relacionada con los conflictos, ya sea contra mujeres, niñas, hombres o niños, sigue utilizándose como táctica de guerra, tortura y terrorismo en medio de crisis políticas y de seguridad cada vez más profundas, agravadas por la militarización y la proliferación ilícita de armamento.
Las nuevas crisis se han multiplicado a medida que se agravaban los conflictos enquistados, lo que ha provocado la reducción del espacio cívico y el aumento de las represalias contra los defensores de los derechos humanos, los activistas y los periodistas.
El acoso sexual y la incitación al odio por motivos de género han aumentado en el espacio digital. A pesar de que el uso de las tecnologías de la información y la comunicación han contribuido al empoderamiento de mujeres y niñas y otros grupos en situación de vulnerabilidad, su uso ha permitido al mismo tiempo la propagación de la violencia.
En algunos contextos, las preocupantes tendencias de discurso de odio basado en el género y la incitación a la violencia alimentaron conflictos en los que la violación y otras formas de violencia sexual se utilizan para humillar y desestabilizar a determinadas comunidades. La apología del odio —también en Internet— se ha convertido en una de las formas más comunes de difundir una retórica divisoria a escala mundial.